Ambigüedad.

Un deseo, un impulso. Tal vez algo distinto, pero parecido. Todo se veía alrededor cómo una nada, como un todo que iba absorbiendo hasta la más mínima cosa.
No sabía que sucedía, pero me sentía completo, así que no me importaba. Pudieron haberme estado cortando los pies, o asesinado a cada integrante de mi familia, pero yo estaba tranquilo, y eso me bastaba.
Fragmentos de recuerdos, algunos espeluznantes y otros maravillosos, abordaban mi mente en diminutos intervalos de tiempo. Por un lado me atormentaban, por otro me confundían.
Aún así, yo estaba feliz.
Un respiro, que no es respiro; un suspiro; que se pierde en el aire; un sonrisa, que nadie ve, porque todos le temen.  Tal vez sea cosa del destino, tal vez sea una decisión tomada de manera subconsciente. No lo sé. Nunca lo sabré. Lo cierto es que hasta ahí llegó todo. Abordé el avión que me llevaría a ese triángulo de las Bermudas en el que solo podría estar yo. Tal vez hoy, tal vez mañana; aunque confieso que no tengo noción del tiempo estoy seguro que estaba muriendo.

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