Entre atardeceres y memorias.

Inviernos para enfriar las emociones, para alejar ese recuerdo de que alguna vez estuve contigo.
Inviernos para congelar las flores, y no ver su belleza, que sólo me acordaba a ti.
Inviernos de fiestas todas las noches, de no tener tiempo de dormir, y no soñarte.
Inviernos de tardes frías junto a la hoguera, momentos que sólo sirven para recordarme que nadie está aquí, junto a mí.
Momentos que dan tiempo de pensar cuán diferente era todo hace un par de años.

Sé que en dondequiera que estés nunca encontrarás a nadie que te de todo lo que yo he y habría dado por ti. Nunca podrás vivir, con la misma intensidad que cuando estábamos juntos, tantas locuras en el parque, los ‘te quiero’ al oído, los arañazos en la espalda y las sonrisas cada mañana.

Extrañaré tanto todo eso, hasta cada lágrima que derramé por tu culpa, cada engaño que me dijiste a la cara, y cada pelea bajo las sábanas acompañados de la luz de la luna.

Y es que con lo que se trate a mal de amores, tú me has hecho una experta.

Tú y yo podríamos habernos comido al mundo, pero eran tantas las ansias que acabamos por comernos entre nosotros.

Porque tú corazón para mí no era sólo una máquina que bombeaba sangre, yo lo veía como un tesoro que cuidaba con mi alma y daría hasta mi vida por ser dueña de él.

Como adelanto te garantizo que mi corazón te recordará, como el amor que tanto quiso, pero tan poco tuvo. Y tú me recordarás, cariño, como el amor que tanto tuviste, pero tan poco quisiste.

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