Cielo.

Que extraños los sentimientos que mi invaden es estas circunstancias de mi vida, algo difícil de explicar, algo que ni yo misma entiendo. 

En estos momentos me encuentro mirando el cielo, esperando que llegue el atardecer, el cielo se encuentra precioso, pacifico, delicado. Todo lo que yo quisiera ser.

Puedo decir que es cielo es mi perfecta inspiración, simplemente algo tan perfecto en todos los contextos, tan perfecto a todo momento. Hasta en sus más terribles momentos su perfección permanece constante, a veces rudo, otras tan delicado, como en este momento, que con solo mirarlo me inunda una paz y a la vez una nostalgia inimaginables.



Tengo que confesar que ver el cielo de esta manera me hace sentir inconfundiblemente triste, ya que siento envidia de lo perfecto que es.

¿Qué persona ve el cielo y siente envidia de él?

Creo que soy la única a la que le sucede esto. Pero ya he comprobado, por todos los medios, que no soy una persona que acostumbre a pensar igual que el resto. 


No me atrevería a utilizar el término “original” a la hora de describirme, siento que aquel termino conlleva a algo mucho más grande e importante. A mi parecer, alguien original, debería ser un ejemplo a seguir, alguien que con lo que sea que haga pueda servir como modelo para las demás personas.

Y aquel que se atreva a seguir mis ejemplos, sencillamente pensaría que está demente. 

El resultado de eso no ha sido el mejor, y como ejemplo tenemos el que locamente siento envidia del cielo, pero me parece más sencillo, y a la vez más complicado, seguir mi forma de ser que la de los demás.

En estos momentos en los que me encuentro mirando el cielo, poco a poco, la tristeza se apodera de mí. Los recuerdos vienen a mi mente, las malas decisiones son tomadas, cada cosa mala que me ha sucedido me va carcomiendo desde dentro, cada cosa mala que me podría pasar me alteran desde afuera. Los sonidos familiares de las voces en mi cabeza, las ataduras de mis brazos y piernas que controlan esas personas que quieren que haga lo que ellas les apetezca, esas que dominan las voces en mi cabeza. 

Todo eso me atormenta.

Todo eso me destroza.

Y aquí, mientras veo el bello cielo que ya se va tornando más oscuro, en donde ellas tienen más poder sobre mí.

Pero aun así mi masoquismo es enorme, porque cómo amo ver es cielo a esta hora del día, porque sigo aquí viéndolo aun cuando estas voces me están diciendo que haga otras cosas, cosas que me llevaran a un paraíso.

Un paraíso en donde no habrá gente que me dañe, gente que me insulte, gente que me trate como si ellos tuvieran poder sobre mí, aunque en cierta manera si lo tiene. He pensado muchas veces en abordar un viaje a ese paraíso, me han dicho que es muy fácil llegar a allá. 

Pero no hay mucha gente que vaya porque este paraíso tiene algo, ligeramente malo: cuando vas a él permaneces completamente sola, ya no estarán las voces, ya no estará la gente que te atormente ni aquella que odias, pero tampoco estarán las personas que te importan, si es que tienes.

En mi caso no hay mucha gente por la cual me intereso, pero me pongo a pensar que ya tengo suficiente soledad en este mundo como para ir a otro en el cual voy a estar más sola.

Sí he llegado a decidir, muchas veces, el irme a ese paraíso, pero luego una u otra cosa me detiene. 

A lo mejor en un futuro, quizá no muy lejano, llegaré a ese paraíso que, las voces en mi cabeza, mientras miro el cielo, me cuentan que se llama “Suicidio”.

Espero que el Suicidio no hayan espejos, porque que terrible sería tener que ver todos los días lo que más odias en este mundo.

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